lunes, 12 de noviembre de 2007

Juan Manuel de Prada

Juan Manuel de Prada, "El chollo ideológico de la
izquierda", 31.I.05

Resulta muy remunerador para el espíritu comprobar que el mundo
conmemora la liberación de Auschwitz y execra la barbarie nazi. Resulta
consolador que nuestros jóvenes posean un conocimiento nítido y
accesible del holocausto judío. Me pregunto, sin embargo, si los jóvenes
que han asimilado el nombre de Auschwitz como emblema del horror han
oído mencionar alguna vez en su vida los nombres de Vorkutá o
Solovetski. Me pregunto si poseen alguna mínima noción sobre el gulag
que arrasó millones de vidas. ¿Por qué la mortandad desatada por el
nazismo ocupa un capítulo medular en el libro de la memoria colectiva,
mientras la mortandad promovida por el comunismo -mucho más
abultada, por cierto- apenas representa una nota a pie de página?
¿Hemos de entender que la consideración que nos merecen las matanzas
debe ser distinta, según el signo de la ideología que las aliente?
Esta asimilación de un maniqueísmo perverso no afecta tan sólo a
acontecimientos pretéritos. Reparemos, por ejemplo, en la muy diversa
consideración que inspiran dos personajes contemporáneos en las
postrimerías de su existencia, Pinochet y Castro. Ambos instauraron en
sus respectivos países dictaduras repugnantes, crudelísimas, cimentadas
con una argamasa de sangre: el primero -menciono esto sin propósito
atenuante, más bien con un propósito agravante dirigido hacia el
segundo- auspició sin embargo la recuperación económica de su país
(pero ni todo el oro del mundo vale por una vida) y cedió al empuje
democrático; el segundo se ha propuesto morir en la poltrona, dejando
tras de sí un pueblo hundido en la miseria, donde las muchachas se
prostituyen a cambio de una pastilla de jabón. Pinochet padece, en su
senectud de viejo baboso, un hostigamiento que, desde luego, no bastará
para resarcir todo el mal que causó; Castro, en cambio, se pavonea y
recibe -como acaba de escribir Vaclav Havel- el «servil homenaje» de los
Gobiernos europeos, que -a requerimiento del español- dejarán de invitar
a las recepciones de sus embajadas en La Habana a disidentes del
régimen.
Descendiendo al ámbito doméstico, también apreciaremos la existencia
de un doble rasero en la calificación de las conductas. Si un ministro
socialista es vituperado en una manifestación, enseguida aceptaremos
que sus vituperadores son una patulea de derechistas extremos,
fanáticos, fascistoides y no sé cuántas lindezas más; por supuesto, nadie
pensará que los vituperios son fruto espontáneo de la calentura o la
exaltación del momento, sino instigados desde instancias políticas a las
que de inmediato se trasladará la responsabilidad. Naturalmente, si
dichas instancias políticas no se apresuran a condenar los vituperios, se
entenderá que los aplauden; y, aunque lo hagan, se entenderá que se
trata de una condena meramente formal. En cambio, a un ministro
conservador se le puede vituperar, zarandear y hasta propinar algún
mojicón sin que nadie se sienta comprometido, incluso se podrán
apedrear o incendiar las sedes de su partido sin que nadie se rasgue las
vestiduras, pues tales muestras de encono se reputarán veniales, incluso
benéficas, ya que la derecha tiene muchas culpas que purgar; por
supuesto, aunque desde las instancias políticas de izquierda no se
condenen tales violencias, nadie se atreverá a acusarlas de connivencia.
La izquierda ha conseguido investirse de una suerte de impunidad moral;
o, si se prefiere, ha logrado trasladar sobre su adversario político una
conciencia de pecado original, una «culpa ontológica» que nunca logrará
redimir, por mucho que se empeñe. La izquierda, entre tanto, aparece
ante nuestros ojos ungida y preservada de culpa: a este chocante y
universal embuste lo denominaremos desde hoy «el chollo ideológico».

5 comentarios:

Molly Malone dijo...

No puedo con esto. No puedo con Juan Mierdento de Prada. Lo siento, pero no puedo. Me enerva hasta límites insospechados. Y para alguien tan amoral como yo eso es peligroso. Así que obviaré las boludeces que vomita ese ser infame.
Un saludo, Jose Antonio, querido.

LucasParra dijo...

No lo entiendo Molly.. Lo has leído? No me importa quién lo escriba, sino si dice algo coherente y que ayude a la libertad mental. Lo siento, si no te gustó, pero debía difundirlo tras leerlo y tras observar la manipulación y el maniqueísmo en el que estamos metidos.
Saludos, Molly.

Molly Malone dijo...

A mí, que resulta que soy un poco rara, sí me importa quién escribe según qué cosas. Esto no es literatura, es una bazofia derechona de un gordo infame que se dedica a hacer demagogia barata.

Lo que no entiendo es a cuento de qué lo has pegado en tu blog. Es porque secundas su campaña anti Ley de la Memoria Histórica? O qué?

¿Crees que a este tipo le importa tres pitos lo que los niños españoles sepan sobre el gulag? Te diré más, los niños de hoy día saben más de Vietnam, gracias a Hollywood, que de la Guerra Civil española (esa que para este hombrecillo y sus secuaces no debió ser tan terrible).

Y de Castro no voy a hablar porque me parece que este hombre abraza un discurso muy facilón y manido que me cansa.

No sé si en serio has analizado lo que has leído. Me parece que es un texto muy superficial y propagandístico.

Y eso.

LucasParra dijo...

Superficial? por Dios Molly, un poco de libertad de expresión... aunque últimamente no se estila mucho. O eres de los míos o vas en contra de mí. Estamos dando pié a un fanatismo absurdo. Por otro lado, lo de la ley de la memoria histórica me parece un instrumento de control fascista, a qué viene eso ahora. Lo honesto es construir sobre lo vivido y no dividirnos más aún. Un saludo.

Molly Malone dijo...

Voy a recoger mi cuerpo desmayado del suelo. Me doy unas tortas en la cara. Plas plas. Ya está. Vuelvo en mí.

Sí, es superficial, porque es gratuíto, porque basa sus pseudoargumentacioens en obviedades, porque se le ve el plumero. Todo lo que dice en ese artículo forma parte de un discurso un tanto pueril, revenido y rencoroso. Porque con el está tratando de aleccionar o adoctrinar o convencer con escasa base argumentativa.

Pero sabes? yo no puedo debatir mucho sobre el tema porque, como te he dicho, soy bastante amoral, y si digo lo que pienso realmente igual te escandalizas.

Tampoco sé por qué apelas a la libertad de expresión. Creo que haciendo uso de ella, puedo disentir y decir que ese tío asqueroso me parece un puerco repugnante que escribe mal, que escribe aburrido y que escribe chorradas.

Tú crees que hay fanatismo hoy día? Porque yo creo que pasa justo lo contrario, que está de moda el pasotismo. Ya nadie se apasiona por nada. Y mucho menos por la política.

Y ya.

(No me gusta demasiado hablar de política).